El
diagnóstico de la epilepsia se debe basar en:
1.
Anamnesis
Se
deben recoger los antecedentes personales (enfermedades subyacentes, fármacos,
consumo de tóxicos, anoxia, etc.) y familiares. También
una descripción de todo aquello que el paciente recuerde antes,
durante y después de la crisis y un relato detallado de los testigos
directos. En un paciente epiléptico conocido deben preguntarse
los posibles factores desencadenantes.
2.
Exploración física general y neurológica completa
3.
Datos de laboratorio
Se
debe solicitar un hemograma y una bioquímica sanguínea que
incluya glucemia, electrólitos, calcio y pruebas de función
hepática y renal. La punción lumbar se debe realizar en
aquellos pacientes en los que se sospeche de infección del sistema
nervioso.
4.
Electroencefalograma (EEG)
Aporta
tres tipos de información; confirma una anormalidad en la actividad
eléctrica, informa del tipo de convulsión y localiza el
foco de inicio. Pero hay que tener en cuenta que entre el 10% y el 15%
de la población general tiene un EEG anormal sin significado clínico,
y alrededor del 50% de los epilépticos no muestran anomalías
en un único registro aislado.
5.
Técnicas de neuroimagen
La
RM es la técnica de diagnóstico estructural de elección
para el estudio de pacientes con epilepsia, pero las epilepsias, en numerosas
ocasiones, no cursan con anormalidades morfológicas cerebrales,
siendo de indicación en estas ocasiones las técnicas de
diagnóstico funcional, como la tomografía por emisión
de positrones (PET) y la tomografía por emisión de rotón
simple (SPECT). La información proporcionada por la PET es funcional,
bioquímica y molecular, permitiendo localizar el foco epileptógeno,
y monitorizar el efecto de! tratamiento sobre la función cerebral
local y regional.