La
mayoría de todas estas víctimas han estado circunscritas
a granjas o zonas rurales y hasta el momento no se conoce ningún
caso de contaminación entre humanos.
El
contagio de la gripe aviar a un humano se da por contacto directo y estrecho
con los animales contaminados, así como por el contacto los excrementos
o restos de las aves contaminadas de aquellos países donde ya se
ha detectado el virus.
Por
ello se debe evitar todo contacto con superficies o objetos contaminados
por estas aves y se considera de riesgo elevado el cocinar o manipular
el animal, aunque no hay evidencia de que el ave ya cocinada pueda ser
fuente de infección.
En
las personas, el virus de la gripe aviar provoca los síntomas de
una enfermedad respiratoria de tipo infeccioso, siendo los más
jóvenes los más vulnerables a esta enfermedad que, una vez
contraída, daña rápidamente los pulmones. Las investigaciones
sobre algunas personas que han padecido gripe aviar afirman que los pacientes
desarrollaron síntomas de fiebre, dolor de garganta, tos y, algunos
de los casos mortales, disnea grave por neumonía vírica.
El
temor es sobre todo que el virus, propio de las aves pero que ha demostrado
ser capaz de transmitirse al hombre, sea capaz de mutar al entrar en contacto
con el virus de la gripe humana.